Haga el amor, no el nudo en la garganta
junio 26, 2007 por juglarsamsonite
Por Francófago
Durante cinco años trabajé como oficinista en varias compañías de servicio. Fueron empleos poco diestros, bastante rutinarios, pero sobre todo de gran reto intelectual. Esto último lo escribo sin ironía: en todos debía abstraerme mentalmente para retener algo de cordura en medio de ambientes cordialmente insensatos. El salario era risible, la rutina era un blando pero incesante sabotaje contra la creatividad, los supervisores tenían el coeficiente intelectual de un caculo patas arriba y, para desgracia mía, yo era un impostor. Un impostor a medias, en realidad. Por un lado, era pusilánime y miope, cualidades que me impedían ver las cosas a largo plazo y me mataban las ambiciones “profesionales”; por el otro, tenía aspiraciones literarias. Una mitad de mí me cualificaba óptimamente para amarrarme a perpetuidad a las patas de un escritorio; la otra mitad me forzaba a imaginar “otro” futuro. Estas dualidades hicieron de mí un ser esencialmente escindido, en ocasiones un tipo hecho trizas. Que en la actualidad, mal que bien, prevalezca el escritor sobre el oficinista, no es porque yo haya convertido un sueño en realidad: mi existencia no da cabida a esas estupideces hollywoodenses. Si todavía escribo es porque me deshice de mis corbatas.
Si algo marcó esos años de mediocridad oficinesca fue el uso de las corbatas. Nunca fue una elección propia, como es de esperar de una persona sensata en el Caribe. Era una imposición corporativa, parte de un absurdo código de vestimenta, para uniformar a los empleados –sin distinciones jerárquicas—como alumnos de colegio. Las pocas veces que me aventuré a llegar a la oficina sin el colorido nudo en la garganta, me reprendieron y amenazaron con un memo. Me avine al estúpido código por necesidad, pero dentro de mí guardé un profundo disgusto. La corbata se convirtió así en el símbolo de un mundo que me ahorcaba económicamente y frenaba cualquier atisbo de creatividad.
Por desanudarme el nudo en la garganta, comencé a escribir ficción. Terminé de escribir mi primer libro mientras todavía tenía que ir a trabajar con corbata, por lo que el texto salió algo trinco y almidonado. Quien se haya tomado la molestia de leerlo –tarea fatigosa e inconsecuente– sabrá de las múltiples referencias que se hacen al mundo de las oficinas y las corbatas, en particular en Bondades de una corbata. De ese infortunado relato, tal vez lo único meritorio –más como documento sociológico que literario—es el comienzo que transcribiré a continuación. (Perdonen el estilo; era todavía novato y rígido como las corbatas que vestía en aquel tiempo.)
Sería demasiado fácil y trillado pensar en la corbata como una metáfora del pene, aunque no deja de ser plausible. Al igual que el pene, la corbata cuelga de los hombres, salvo en los casos excepcionales de mujeres que lucen una corbata entre los senos, acaso con voluntad democrática, pese a que esa moda (andrógina) no hace más que remedar una fantasía masculina. No obstante, la corbata connota también impotencia sexual: por lo general es fláccida y delinea un protuberante vientre para señalar con fingida inocencia la pinguita de un hombre que mea de oído.
La corbata puede verse, además, como un estribo o collar, la corbata como freno a la creatividad y símbolo de subordinación (y esclavitud) a la economía en función de una convención corporativa impuesta por no se sabe quién y a la cual todos, sin distinciones jerárquicas, están sujetos.
Imposible sería pasar por alto la más siniestra de todas las definiciones de la corbata: como instrumento para cometer suicidio. En caso de extrema desesperación el usuario resentirá la presión de la tela contra el cuello y, en lugar de desanudarse la corbata, atará el cabo de ésta para guindarse como un pernil en una carnicería.
El narrador, en síntesis, apunta a tres significaciones de la corbata: como símbolo fálico –vigoroso o apocado–, como convención corporativa que frena la creatividad, y como instrumento de suicidio. Como decir: anúdese una corbata y escoja su forma de ser imbécil.
Cuál sería mi sorpresa al leer Corbatas del periodista y escritor Vicente Verdú en el blog boomeran(g). Para aquellos que hayan leído El estilo del mundo del mismo autor saben que hay cierta teatralidad en algunos de sus juicios, cierta afectación dramática, pero son manierismos de estilo que no hacen gran mella a su reflexión y hacen entretenida la lectura. En Corbatas, sin embargo, la afectación del periodista es grave; nos parece estar leyendo un manual de buenos modales burgueses con sentencias como “las corbatas son lo sustantivo y no al revés”. Después de esta joya intelectual que sobrevalora el maldito pedazo de tela, ya no me extrañó leer su juicio sobre los que decidimos no ahorcarnos voluntariamente. Según Verdú, aquellos que no llevan corbata son «[f]lojos, indeterminados, vacilantes, su informalidad es aquí la marca de una fuga. La ausencia de la corbata coincide con la ausencia de determinación y personalidad. Exactamente una claudicación del gusto y una pública confesión de que tras esa falta pueden aparecer muchas faltas importantes más». Es decir, no llevar puesta una corbata, además de mal gusto, revela una deficiencia moral. Ni Alfred, el mayordomo de Batman, podría expresarlo mejor. ¿De dónde sale esta taquicardia por la formalidad acorbatada si Verdú mismo no la lleva puesta –véase su foto en el boomeran(g)? ¿Por qué este endoso fanático al nudo en la garganta?
Posibles respuestas a estas preguntas se hallan entre los comentarios a Corbatas. Uno en particular llamó mi atención, de un sujeto que firma como “ejemplo”. Dice así:
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Sin quitarle mérito a la originalidad de su presentación, su elogio, en clave de poema concreto, ofende por lo fálico y por el trazo en X. Ambos detalles nos sugieren que el texto de Verdú debe entenderse en el mismo nivel de una película XXX. Como entretenimiento onanista.
Dos reacciones, en sentido contrario, me previnieron de despotricar contra “ejemplo”, el pornógrafo. Una fue una lúcida reacción de El Miope Mayor (quien, de hecho, llamó mi atención sobre el texto de Verdú) y la otra, la de una mujer que se hace llamar “escarola”. Según ésta «hay mujeres a las que no nos gustan con corbata. Los únicos hombres que nos gustan con corbata son los hombres a los que estamos deseando quitarles la corbata. […] Pero yo nunca me he enamorado de un hombre mientras llevaba la corbata. Es una barrera psicológica, la corbata».
La corbata como barrera psicológica. Mejor que las mías, estas palabras de “escarola” nos sugieren el meollo de la flojera del texto de Verdú, falta que esconde “muchas faltas importantes más”. Mi consejo más sincero para el señor periodista: haga el amor, no el nudo en la garganta. Sea cual fuere su problema, amarrarse a una corbata no es la solución.
Hacer el amor es el mismo mejunje que me receta mi compañero de amores para las situaciones malas que me causan un nudo en la garganta. Para las cosas que me provocan nudos buenos, me receta lo mismo con la excusa de celebrarlo. ¿Cuál es el equivalente de la corbata en controversia aquí para una mujer en el mundo corporativo: suits de poliéster, medias de nylon, tacos altos, maquillaje, tinte de pelo o highlights, manicura, pedicura, botox, cirugías estéticas, etc., etc., etc.? ¿Y si nada de esto funciona, qué le queda? ¿Hacer el amor con el jefe? Ilústreme Francófago.
Francófago, no me insulte a los caculos, pues los mismos tienen mas IQ que muchos de los grandes corporativos.
Estoy de acuerdo con las expresiones en bondades de una corbata; la misma muestra las realidades de los que se mueven en el mundo corporativo. Muchos de mis compañeros y compañeras se han convertido en impotentes físicos y mentales que se han sometido a las demandas del trabajo en una agencia de servicios profesionales. No se sonríen y están contando las horas de servicio ofrecidos para cumplir los requisitos impuestos por el monstruo corporativo.
Soy terapista de profesión y me muevo entre muchos peleles de la profesión que viven de las apariencias en el mundo corporativo. Hay que seguir un código de vestimenta que para el hombre es una corbata, y el llevar el pelo bien peinado y la cara afeitada. Para las mujeres y contestando la pregunta de lale, son los tacos altos, sostenedor de tetas, (las medias de nilón ya están fuera de moda), maquillaje que se convierte en una máscara obligada y cuidar las libras para verse a la medida (me imagino que del prototipo Barbie para alimentar las fantasías masculinas y la envidia femenina).
Pero la realidad corporativa va más allá de lo visual, hay que evitar pensar. Si sigues las órdenes al pie de la letra podrás ascender y convertirte en un gran supervisor de pacotilla, ganar un peso más la hora y podrás joderle la vida al que está debajo de tí. La creatividad es imperdonable y el expresar tu opinión como empleado es un pecado que será castigado con hostigamiento directo o indirecto.
Estas son realidades del mundo corportaivo capitalista que esclaviza y enbrutece a los que entraron en la profesión con ansias de ayudar a los demás. Ni siquiera mi profesión se libró de esto. La solución es arriesgada, poner práctica privada en una sociedad donde el managed care (planes médicos) limita la cantidad de visitas, impone el tipo de tratamiento para cada condición y te hacen escribir un sin fin de papeles para demostrar la necesidad de terapia.
Todavía no me doy por vencida, odio los tacos altos, las medias de nilón son un pecado, las uñas ficticias son asquerosas y el maquillaje daña la sonrisa. El brazzier es negociable gracias a la fuerza de gravedad. Pero lo que jamás podré aceptar es la idiotez e impotencia (frigidez) colectiva. Con la mente no se juega ni con la libre expresión de la creatividad.
Prefiero hacer el amor como sugieres a Verdú. Sus expresiones sobre la falta de formalidad, etc me han dado una naúseas increíbles. Formalidad es someterse a lo que la sociedad entiende es lo correcto. El vivir con la formalidad es dejar de ser uno mismo para subscribirse a lo que otros entienden que uno debe ser, es en definitiva una falta de auto estima rampante ya que tu identidad se define por lo que otro entiende debes ser y sentir.
Tengo una sugerencia para el Verdú (verdugo) TERAPIA con énfasis en elevar la autoestima como meta a corto plazo. A largo plazo sería aumentar la asertividad para ver si puede pensar por sí mismo y dejar de repetir lo que los monstruos corporativos dicen y se le escuche algo que venga de él mimso.
Seresacolores
Yo me anudo la corbata en el bastón. Me anudo el bastón en la collera. Hago un nudo en el lazo de Mamá Ubu. Mamá Ubu me encorbata el bastón con terapias de nailon en desuso. Yo soy el jefe, háganlo conmigo. ´Háganlo con el prototipo Ubu, trepadores: corrupto, búlgaro, falaz, trepidante, barrigón como corresponde a un macho de la especie porcina por si acaso.
Gracias por sus comentarios. Les contesto uno a uno.
A Lale: tu compañero le tiene gustito a aquello, quizás demasiado. Tal vez, si te joroba mucho, debas anudárselo para que no sea tan necio. Sobre el equivalente femenino de la corbata, la verdad es que me ha dado un buen tapaboca. Tanto berrinche mío sin ver cómo se las tienen que jugar ustedes, las féminas. Le puedo aconsejar que si su jefe sugiriera que se acostaran a cambio de un aumento, aproveche la corbatita para ahorcarlo.
Al Ser Colorido: Se nota que leyó con atención, pero olvidó que un comentario no tiene que ser un ensayo, y menos para ofrecer sus servicios. So fresca. Insisto que a Verdú no le hace falta una terapia, sino un buen polvo.
A Papá Ubu: sigue enterrándole el bastón a Mama Ubu que ella, te aseguro, seguirá moviéndote los racimos como te gusta, porco, con los ojitos vendados con nylon.
Francófago,
Usted me inspira a escribir ensayos maratónicos. Por favor, no limite mi creatividad es como ponerle una panty con faja a la mente.
Seresacolores
Mire señora o señorita del arcoiris: no me interesa ponerle un panty con faja a su mente. Para eso le recomiendo que trate con Papa Ubu, que es el experto en ropa interior femenina, además de ser el candidato a gobernador de P.R. que endosa la Legión. Para más info consulte el enlace del susodicho en la sección de Telarañas.