Si anda en busca de nueva ficción interesante, Ediciones Callejón acaba de lanzar al mercado la primera novela de José E. Santos, Los viajes de Blanco White. Para los que insisten en categorías restrictivas dirán que el libro en realidad son dos: que el primero, titulado Los viajes de Blanco White, consta de once cuentos y un prólogo, en tanto que el segundo es una novela corta antecedida por un prefacio y un prólogo del editor. La diagramación del libro mismo apunta hacia esa apreciación, pues en la página 79 se inserta una portada con el título El regreso de Blanco White. Esto, sin embargo, constituye más bien un trompe-l’œil, pues entre ambos “libros” existe una continuidad argumental que los enlaza; y si bien se exploran varios registros estilísticos y varios géneros literarios, todos se suman en la naturaleza experimental y laxa del género de la novela. Estas deliberadas ambigüedades, reforzadas por la diagramación del libro, constituyen una de los aspectos más interesantes de la propuesta literaria de Santos.
Además del entrejuego con los géneros literarios, en la novela se destaca el gusto de Santos por difuminar las fronteras entre la ficción y la metaficción. Esto se aprecia apenas trasponemos el prólogo de la primera parte. El primer cuento, El iluso, toma la forma de un estudio preliminar de la fragmentaria obra literaria de Blanco White. El lector queda atrapado en la metaficción al descubrirse en medio del “cuento perdido… del que da cuenta su correspondencia, El iluso”, que es el que lee en ese momento. De factura más tradicional es el resto de los cuentos de esa primera parte, que cuentan de forma fragmentaria y en zigzags temporales, algunas experiencias inconexas de Blanco White desde su época de estudiante, pasando por su tiempo de maestro escolar, hasta su inmersión en el mundo gótico junto a su compañera Stigma, una femme fatale vestida de negro. La descripción minuciosa del proceso de acicalamiento gótico que leemos en el segundo cuento, Autobiografía, culmina en el último cuento, Carta desde España, donde el protagonista manifiesta su intención de quedarse exiliado en el país europeo y no volver jamás a Puerto Rico. Blanco White invita al destinatario de dicha carta, su amigo Waldo Ortiz, a que vaya a visitarlo y descubra un “mágico mundo de posibilidades” (p.77), en esencia, la subcultura de los clubes góticos con su promesa de desenfreno sexual y narcótico.
Si la primera parte, Los viajes de Blanco White, culmina, en síntesis, con el exilio del protagonista, la segunda parte trata sobre el retorno de Blanco White a Puerto Rico en 2024, según nos anticipa el prólogo del editor, el imaginario Julio Cancel Martínez. La situación ha cambiado dramáticamente: Puerto Rico, abandonado a su suerte por Estados Unidos, vive bajo la dictadura del Presidente Duquésnico, de la derecha política, al tiempo que sufre el embate de su segunda guerra civil. A instancias de Stigma, su antigua compañera que ha vuelto a Puerto Rico y se ha convertido en una revolucionaria, Blanco White decide volver a la isla a luchar contra el régimen. Blanco White no es el mismo: ya ha pasado de cincuenta años, con el cuerpo medrado por su vida como gótico, “propenso a la saturnalia y al paraíso farmacéutico”(p.88). De esta vida sólo le queda un sombrero de tres picos y un tatuaje de Ra en el ojo. Poco le queda también de su antigua vocación literaria que, a la manera de José Martí, cambia por las armas.
En este sentido, más que como una parodia, como han leído otros críticos literarios, leo Los viajes de Blanco White como un texto híbrido en el cual confluye la actualidad literaria y un penoso nacionalismo trasnochado. Es una novela de estética postmoderna pero que recupera, mediante la presentanción de una épica nacionalista, un imaginario primordialmente moderno. Así lo admite sin empacho Santos en el prefacio de la segunda parte, al equiparar “la definición política [soberana] de mi única patria” al “día más feliz de mi vida, de la vida de cualquier hombre moderno que no se avergüenza de serlo” (p. 82). Que la acción novelesca transcurra en el 2024 hace que este futuro ficcional se lea como un bumerang lanzado desde el 2007, que en su retorno nos retrotrae a principios de los años 80.
Otras críticas consultables sobre el mismo libro son la de Carmen Dolores Hernández en http://www.endi.com/noticia/la_revista/vida_y_estilo/un_mundo_gotico_y_futuro/239794, y la de Mario Cancel en http://www.geocities.com/narrativa_puertorriquena/Tertulias_49.html.